¿Te ha pasado alguna vez que has estado con periodos muy estresantes en el trabajo o en lo personal y, justo cuando te vas de viaje o tienes algún evento, te pones enfermo? Ya sea después de un examen final, una fecha límite importante, o un evento estresante en nuestra vida, parece que el cuerpo finalmente «se rinde» cuando todo ha pasado. Pero…¿Por qué ocurre esto?

El Estrés y el Sistema Inmunológico
Cuando nos enfrentamos a una situación estresante, nuestro cuerpo activa una respuesta de “lucha o huida”, un mecanismo de supervivencia que nos prepara para reaccionar ante el peligro. Esta respuesta es mediada principalmente por el sistema nervioso y el sistema endocrino. Durante este proceso, el hipotálamo en el cerebro envía señales a las glándulas suprarrenales para que liberen hormonas del estrés, como el cortisol y la adrenalina.
Estas hormonas tienen efectos inmediatos y visibles: aumentan nuestra frecuencia cardíaca, nos hacen respirar más rápido y liberan glucosa en la sangre para proporcionar energía rápida. Esta respuesta es extremadamente útil cuando enfrentamos una amenaza inmediata (por ejemplo, escapar de un depredador). Sin embargo, en la vida moderna, muchas de las situaciones estresantes son prolongadas y no requieren una respuesta física rápida.
El cortisol, en particular, tiene un impacto profundo en nuestro sistema inmunológico. Bajo condiciones normales, ayuda a regular varios aspectos del sistema inmunitario y mantiene la inflamación bajo control. No obstante, cuando el estrés es crónico y los niveles de cortisol permanecen elevados durante periodos prolongados, el efecto puede ser negativo.
Pensemos en un estudiante que ha pasado semanas preparando exámenes finales. Durante ese tiempo, sus niveles de estrés son altísimos, y su cuerpo está en un estado constante de alerta. Una vez terminados los exámenes, el estudiante finalmente se relaja, pero es en ese momento cuando aparece un resfriado o gripe. Su sistema inmunológico, comprometido por semanas de estrés, no puede responder de manera efectiva a los patógenos.
El cortisol suprime la eficacia del sistema inmunológico al reducir la producción de linfocitos T, que son cruciales para combatir infecciones. También disminuye la producción de citocinas, que son mensajeros químicos que ayudan a dirigir la respuesta inmunitaria. Como resultado, la capacidad del cuerpo para combatir virus, bacterias y otras amenazas disminuye, dejándonos más vulnerables a enfermedades.
Imagina el sistema inmunológico como un ejército que necesita estar en constante alerta para protegernos. El estrés crónico actúa como un general que, en lugar de fortalecer sus defensas, decide reducir el número de soldados y la frecuencia de patrullas. Cuando finalmente el estrés disminuye, el ejército está tan debilitado que cualquier pequeño invasor puede causar estragos.
¿Para qué haría eso el Cortisol?
Como hemos mencionado, para controlar la inflamación, que es la respuesta de nuestro cuerpo a lesiones o infecciones. Porque una respuesta inflamatoria excesiva puede dañar los tejidos circundantes y alargar el periodo de recuperación, el cortisol ayuda a limitar esta respuesta excesiva. Y lo hace disminuyendo ese ejército, lo que facilita una recuperación más rápida y reduce el riesgo de daño tisular, previendo los daños autoinmunes para que no se ataquen erróneamente los propios tejidos del cuerpo o reduciendo las reacciones alérgicas de picazón, hinchazón o la dificultad para respirar.
Pero Entonces ¿Por qué No Enfermo Cuando Estoy Estresado?
Durante el estrés, la supresión del sistema inmunológico pudo haber permitido que algunos patógenos se mantuvieran latentes o subclínicos. Y lo que ocurre después de ese periodo es que al disminuir el estrés y, por tanto, los niveles de cortisol, el sistema inmunológico puede recuperar su actividad normal. Esto significa que ahora está más activo y puede detectar y responder a patógenos de manera más eficiente. Es un efecto «rebote» que puede hacer que el cuerpo sea más susceptible a infecciones por ese periodo de latencia para los patógenos.
Retroalimentación del Estrés
Es fácil caer en prácticas que, a la larga, perjudican nuestra salud física y mental. Tres de los hábitos más afectados por el estrés son la alimentación, el sueño y la actividad física.
Cuando estamos estresados, es común buscar consuelo en la comida, especialmente en alimentos que nos proporcionan una sensación inmediata de placer, como los ricos en azúcar, grasa y sal. Este fenómeno se conoce como «comer emocional». Los alimentos reconfortantes, aunque nos hagan sentir bien momentáneamente, a menudo carecen de los nutrientes necesarios para una dieta equilibrada.
La ansiedad y las preocupaciones constantes pueden dificultar conciliar el sueño y provocar insomnio. Incluso cuando logramos dormir, el sueño puede ser ligero y no reparador, afectando nuestra capacidad para funcionar durante el día.
La falta de sueño tiene un efecto dominó en otros aspectos de la salud. La privación de sueño afecta negativamente la concentración, el estado de ánimo y la capacidad de tomar decisiones. También debilita el sistema inmunológico, lo que nos hace más susceptibles a enfermedades.
Y además, el estrés puede reducir nuestra motivación para hacer ejercicio. La falta de tiempo, el cansancio y la sensación de estar abrumado pueden hacer que la actividad física sea una prioridad baja. En lugar de salir a correr, andar o ir al gimnasio, es más probable que optemos por actividades sedentarias como ver televisión o navegar por internet.
Estrategias para Romper el Ciclo
Requiere un enfoque consciente y proactivo. Algunas sugerencias ya muy conocidas son:
- Planificar comidas saludables y equilibradas
- Rutina de sueño regular, crear un ambiente propicio para dormir y practicar técnicas de relajación antes de acostarse.
- Actividad física regular.
- Técnicas de manejo del estrés como la meditación, la respiración profunda y el tiempo para actividades recreativas y sociales.
¿Y tú cómo equilibras la gestión del estrés para proteger tanto tu salud física como mental?
Muchas gracias por estos artículos. Ayuda mucho a entender ciertas etapas y intentar gestionarlas, sobre todo a los que tenemos hijos en edades que empiezan a afrontar estas emociones.
Gracias a ti por tu comentario
Super interesante, parece increíble como el cuerpo somatiza el estrés del día a día, el cual normalizamos.
Muy buen artículo.
Gracias Begoña